Carta de Vico a Jorge con ocasión de la poesía Quiñihual

Bahía Blanca, 15 de mayo de 1991.

Señor: Jorge Marcalain
LA PLATA


Querido Primo:
Mis mejores deseos para vos y todos los tuyos que son los mismos de María.
No sé si vos llegaste a conocer El Quiñihual, la estancia de los Carrera. Sita a unos cinco kilómetros de la estación del ferrocarril R.P.B. del mismo nombre, lugar donde vivieron: Don Cipriano Marcalain, EL ABUELO, con mayúsculas, la tía Magdalena de Carrera, Arturito y Olfito, sus hijos, Mario y Ciprianito, sus hermanos, pero también hijos en la adopción del cariño.
Todos los Marcalain, los Gómez, los Nuñez, los Rondina, tuvieron alguna vez que ver con Quiñihual. ¿Por qué? Porque era un solar de brazos abiertos en el cual, centrípetamente, se mezclaban los amores familiares por el polo de atracción del ABUELO, por la índole maternal y ecuménica de la tía Magdalena, y por la misma índole fraternal de Arturito, Olfito, Mario y Ciprianito y asimismo por la índole del propio paisaje bucólico que conjugaba una geografía, tenaz en el llano y bajo, pétreo en las lomadas, lujuriosa en los montes de pinos, eucaliptos, aromos, sauces, mimbres, ligustros, frutales, geografía “enrubicada” en el hermoso arroyo, bordeado de sauces, que como una sofisticada e inmensa firma, recorría en meandros caprichosos todo el campo, luego de venir de las lejanas sierras, como mensajero, en su corriente rumorosa, de noticias que hablan as los predios transcurridos, de sucedidas de clima, y que luego desaguaba bien lejos en enjuncada laguna, delicia de patos y garzas y peces y sapos y ranas.
Imaginá el escenario. Yo que lo transité durante todas las vacaciones de mi niñez y adolescencia y representé en él como partiquino o actor principal los más diferentes papeles del melodrama de la vida, te puedo transmitir en pobre léxico mi felicidad pasada, mi felicidad nostálgica, que me hace actualizar en meditaciones placenteras, vivencias, vivencias y más vivencias. Queriendo trasmitirte, algunas de ellas, te envío algunos versos, que llevan no muchas prolija elaboración literaria pero si expresan verdades muy pretéritas, que a veces se difuminan en el recuerdo de una cabeza a la cual ya el tiempo le juega travesuras colesterémicas en lagos de olvido funcionales.


 

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