La Carreta

Ahí está la carreta a la intemperie...
en silencio, con las varas en alto.
Como si después de la jornada,
se hubiera puesto a estirar los brazos!


Todavía conservan sus maderas,
a pesar de la lluvia y los años,
rastros del color de la bandera,
de su caja a lo largo,
para que desplegada pareciera
en su lento rodar, por esos campos!
Lujo y honra del dueño que tenía
en el tiempo difícil, del pasado.

Carreta que llenaba de rumores,
la quebrada serrana y el hueco del barranco
y trazaba su propio itinerario
con el rudo paralelo del rodado,
desde el punto lejano del desierto,
hasta el lugar poblado.

Las heladas más crudas del invierno
y los soles más fuertes del verano,
la encontraron siempre en el camino
lentamente rodando
entre nubes de polvo blanquecino
o sus llantas hundiéndose en el barro.

En cada amanecer, volcó el boyero
la triste melodía de sus cantos
y en cada anochecida, era una estrella
la escondida lumbre del cigarro.
Nunca olvidó de soliviar tu carga
en el recio madero del “muchacho”.

Hoy que nadie se acerca a tus maderos
que se van cayendo de a pedazos,
yo me siento boyero, en tradiciones
y ato mis recuerdos a tu carro
para andar largo a largo ese camino
que va desde el presente hasta el pasado!

Al lado mismo de tu vieja rueda,
cuando el sol se hubo puesto en el ocaso,
encendí las llamas de tus propios leños
para beber, ansioso, un mate amargo
y rendirlo a lo criollo, en esa ofrenda
mi noble admiración a tu trabajo!

Adivino, Carreta, el gran secreto
que los soles y lluvias han borrado.
Tú tendrías el nombre más bonito
de la criolla más linda de algún pago!!
Como era uso de aquellos carreteros
de decires cortos y de amores largos.

No ha quedado ninguna de las letras
ni casi nada del azul y blanco.
Pero es mejor así, porque estas cosas
hoy sólo sirven para soñar un rato.

Y es que espero viajando ver un día,
en la puerta o ventana de algún rancho
a la moza de trenzas renegridas
que en cada atardecer, está esperando,
el retorno del boyero alegre
que con su nombre, bautizó su carro!
…El que llegaba siempre, repechando leguas
a entregarle su amor y sus encargos!

Por la vieja carreta de Magdalena en Quiñihual

 

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