Cumple Mariela

Tienes un año más, o un año menos,
en la cinta del tiempo no cuenta
la vida humana, que es ínfima
y muy corta.
Pero si mido yo mis emociones
y digo que al correr de muchos días
pusiste en mi vida
como regalo mágico de Reyes
la cálida expresión de tu ternura
y la blandura de tu pecho amable,
y criaste los hijos que tuvimos,
y reímos con ellos, y lloramos
también cuando la pena
se acercó a nuestra casa
y puso luto en ella,
si mido todo eso, aun callando
lo que guardo muy fiel dentro del pecho,
éste, tu año más o tu año menos,
es para mí emoción, grato recuerdo
y sumado a los otros
que juntos compartimos,
compendio de un vivir muy bien vivido
que no arredró la lucha ni el trabajo
y nos encuentra juntos y animosos
para seguir, al surco de la vida,
lo mismo una año más que un año menos.

Los pagos del Quiñihual

Los pagos del “Quiñihual”
han quedado en mi recuerdo,
como apretado pehual,
sujetando sentimientos.

No sé si los años mozos,
por la misma mocedad,
son los que más atesoro,
de la mente en su desván.

Y así, mirando el pasado,
pleno de felicidad,
descubriré paso a paso
lo que merezca historiar.

En los campos de Carrera
pasé mucho de mi vida.
Llegaba hacia la cosecha,
y... a veces, cuando la esquila...

O... en invierno, pa' la arada,
cuando se araba con rejas
tiradas por caballadas
de fuerza grande y pareja.

Supe bañar las ovejas
para su sarna curar.
Me entreveré en las yerras,
en donde aprendí a marcar.

No me atreví en las capadas,
ni nunca aprendí a pialar,
no practiqué la domada,
como tampoco carnear.

Correteando en las lomadas,
en busca de vizcacheras,
o en el arroyo de pesca,
pasé jornadas enteras.

Recorrí las arboledas
de pinos, mimbres y sauces,
coseché las ramas prietas
de fruta de los frutales.


Gustaba andar a caballo
y recorrer los trigales
y transitar todo el campo
como amo de esos lares.

Y, atravesando el arroyo,
o vadeando la laguna,
sentirme centauro ansioso
de intervenir en mil luchas.

En mañanas de neblina,
cuando despuntaba el sol,
teníamos una cita
con las nubes de algodón.

Y... de a pie o de a caballo,
corriendo o al galope
pasábamos largo rato,
recorriendo campo y monte.

Y... éramos pasajeros
de ficciones y aventuras,
viviendo alegres un sueño
mientras seguía la bruma.

En noches de luna llena
íbamos a peludiar
y a recorrer vizcacheras
a la luz de un Petromax.

A la hora en que los trenes
en la estación recalaban
nos íbamos con el breke
para retirar las cartas.

Allí el jefe de estación
distribuía el correo
gritando con voz en cuello
los nombres en “itañol”.

María viuda de “Carera”,
Valentina de Villar,
iba así nombrando cartas
con su gracejo especial.


También llegaban los diarios,
o la bolsa de galleta,
o contestando un aviso
llegaba nueva sirvienta.

Aprovechando el viaje,
y para matar los vicios,
llegábamos al almacén
en busca de cigarrillos.

Y... en el boliche de Chiapara,
que nos vendía a pagar,
pedíamos nuestra marca.
¡Qué lindo que era pitar!

Comprábamos mortadela
y algún pedazo de queso,
que con galleta fresquita
comíamos al regreso.

Y los tordillos trotando,
rumbo hacia la querencia,
iban ruta transitando
sin necesidad de riendas.

Porque sabían que al cabo
de la llegada a las casas
se los enviaba al campo
o a pastar y a las aguadas.

El abuelo, Don Cipriano,
el patriarca de la casa,
en espera de los diarios
hacía sobremesas largas.

Una vez recibidos,
se echaba a dormir la siesta,
siguiendo antes el rito
de leer Nación y Prensa.

De abuelo para escribir,
hace falta un lápiz largo.
Hay muy mucho que decir
de este ilustre barbado.


Decires que pintarán
con un pincel de recuerdos
al hombre que fue capaz
de ser cristal de sucesos.

Nació el abuelo en España,
en la vasca Arizaleta,
un paraje de montañas
vecino a tierra francesa.

Se vino a nuestra Argentina
cuando era joven la patria
y cuando aún existían
indios poblando las pampas.

Y se afincó en este suelo.
Casóse y nacieron hijos,
los que lo honraron luego
y le dieron su cariño.

Él laboró en esta tierra,
y se labró un porvenir,
su voluntad tesonera
fue el aval de su vivir.

Además su honestidad
y el sostén de su palabra,
fue el signo proverbial
que hizo se lo respetara.

Fue comerciante en abastos,
en los ramos generales,
y en productos consignados
por productores rurales.

Explotaba el negocio
en una grande casona,
aún presente testimonio.
Sus paredes son historia.

Una historia familiar
que me toca muy de cerca,
porque allí vivía mi vieja
cuando empezó a noviar...


...con Matías, el gallego,
el Jefe de Quiñihual,
un ferroviario completo,
quien fue luego mi papá.

Don Cipriano había enviudado,
el negocio no marchaba,
y por temor al fracaso
lo vendió en forma inmediata.

Juan y Rondina quedaron,
para liquidar la venta,
y firmar luego el contrato
que el patrimonio enajena.

Juntamente con Benito
fue al Paraguay el Abuelo,
siendo muy bien acogidos
por las gentes de aquel pueblo.

Allí se puso de novio
y se casó al poco tiempo,
y de esas nupcias, tres hijos
le nacieron al abuelo.

Nuevamente quedó viudo
y le plugo regresar,
vendió todo lo que pudo
y se volvió a Quiñihual.

Recaló en lo de Carrera,
donde Arturo y Magdalena
le abrieron la casa entera,
a él y a la prole nueva.

Pero luego una madraza,
que era Victoria, mi madre,
llevó a la nena a casa,
por voluntad de mi padre.

Mario y el Negro, crecieron
en casa de los Carrera,
como hijos verdaderos
de la tía Magdalena.


El Abuelo aglutinaba
a la familia entera.
Su cumpleaños convocaba
a una fiesta verdadera.

Y al Quiñihual llegaban,
de Suárez, Pringles, Bahía,
de Caruhé y Punta Alta,
el total de la familia.

Y los amigos del pago,
y amigos de los amigos,
invitados y colados,
llegaban como al descuido.

Se hacía grande el festejo
que agasajaba al abuelo.
Era grandioso aquello...
Sí, había hasta asado con cuero.

Y achuras y empanadas
y asado de cordero,
variadas ensaladas,
y pa escanciar, vinos buenos.

Pasteles que eran delicia
rebosaban de bandejas,
y el clericot, chicha y sidra
daban dulzor a la fiesta.

El centro de este jolgorio
era Cipriano, El Abuelo,
que sentado en medio del patio
disimulaba pucheros.

A la tarde había bailanta.
Levantaban polvareda,
bailando tango y ranchera,
acompañados de vigüelas.

Para el gusto del escolazo
había carrreras cuadreras,
y jugando al fisco y dados
gastaban la tarde entera.


A la noche continuaba
el bailongo en el galpón,
hasta bien de madrugada
con victrola y acordeón.

Se repartía el asado
y lo que sobró de las doce,
con vino acompañado,
con licor y clericoces.

Y terminado el festejo
venía la hora de emigrar,
de despedir al abuelo
y volver a la ciudad.

Se iban Nicolás,
Benito, Victoria y Anselma,
Clara, Eusebio y Juan,
con sus familias enteras.

Se alejaban los hijos,
los invitados, los nietos,
los colados, los amigos,
y todo quedaba quieto.
SE ESCUCHABA HASTA EL SILENCIO.

La vida ya continuaba
en la estancia de Carrera.
Lo anterior fue sólo escala
en las tareas camperas.

Del Abuelo sigo hablando,
porque hay mucho que contar
de ese ejemplar anciano,
que hoy mora en el más allá.

No olvidaré mencionar
que era muy sabio el Abuelo,
que se supo cultivar
leyendo diversos textos.

En los textos de la vida
que atesoró la experiencia,
y en los libros escritos
por los que enseñan la ciencia.

Era hombre de consulta,
de muy sensatas respuestas.
Se admiraba su cultura
y educación tan completas.

Era un hombre de “agallas”,
sin miedos acoquinantes,
con oro y plata en su alma,
cultor de amor y verdades.


A las seis de la mañana
(todos los días de Dios)
Don Cipriano Marcalain
dejaba pronto la cama
y se iba a desayunar.

Se hacía una comidita
para chuparse los dedos.
No quedaban ni las migas.
Aún su regusto recuerdo.

Después que había comido
(siempre nos dejaba el resto)
volvía el abuelo a la pieza
y daba le primer aviso,
para ser tenido en cuenta.

¡A levantarse, macacos!
Vengan a regar la quinta,
dénle maíz a los chanchos,
y me atienden las gallinas.

Limpien bien el gallinero,
y junten todos los huevos.
Estaqueenmé los cueros,
y miren si hay pollos muertos.

Se iba luego a la huerta
y se ponía a puntear,
preparando así la tierra
para poder sembrar.

Las cosechas de la huerta
fueron siempre muy opimas.
Cultivaba en rica tierra
con mucho amor las semillas.


Mucho viajaba el Abuelo,
a Suárez, Punta o Bahía,
para visitar los nietos
y a toda la familia.

Cuando el Abuelo enfermó,
lo hizo ya para morir.
Se fue el Abuelo con Dios,
pero se encuentra aquí.
Sí, está aquí, con nosotros,
que lo recordamos vivo,
como un hombre como pocos,
como Abuelo y como amigo.

Descanse en paz Don Cipriano
en ése, su eterno sueño,
que es un premio que ha ganado.
¡Era un gran hombre, El Abuelo!

Ya me ocupé del abuelo
en muy prieta relación,
aunque han quedado hechos
a contar de gran valor.

Y... que no fueron narrados,
pues se agostaron las fuentes,
así que mucho pasado
será misterio por siempre.

Estancia El Huáscar (galpón)

En el interior de un gran galpón, que fuera albergue de animales de pedigré de la cabaña de toros Hereford que tuvo el establecimiento en tiempos del estanciero Cándido Techera, las paredes están pintadas de blanco y cruzadas longitudinalmente por una gran banda color azul-celeste, quedando como una gran bandera argentina que abarca todo el contorno del recinto. Y sobre estas superficies, como si fueran las distintas estaciones de la Pasión en las paredes de una iglesia, se ven de trecho en trecho otras placas de metal esmaltado, donde rezan versos al estilo criollo, a través de los cuales el patrón de la estancia exhorta a los empleados a trabajar con honestidad, dedicación y patriotismo. Estas sentencias son de este tipo:

Que ninguno haga sebo,
que eso es robar al patrón.
Y robar es un delito
y que roba es un ladrón.

(fuente: El país de las estancias, de Yuyú Guzmán)

Estancia El Huáscar (mástil)

Ya adentro de la estancia, en el cruce del camino de entrada con el que lleva a la casa principal, se levante un importante mástil, en cuya base también hay dos placas con inscripciones.


I

Estancia "El Huáscar" 1878- 1941

Se alza aquí, modestamente,
este altar a la bandera,
y a la patria se venera
trabajando honradamente.


II

Esta bandera ondulante
en esta estancia modesta
pone una nota de fiesta
en el trabajo constante.

(fuente: El país de las estancias, de Yuyú Guzmán)

Estancia El Huáscar (entrada)

En la entrada de la estancia El Huáscar, en el partido de General Lamadrid, hay dos pilares a manera de portada, uno a cada lado del camino, donde sobre originales placas de metal enlosado está escrita en letras azules la historia del fundador, y dice así:


I

Esta estancia fue fundada
por Don Cándido Techera,
cuando esto era la frontera
del contacto con la indiada.
Del malón amenazada
prosiguió la trayectoria
de su obra meritoria
y hoy, este establecimiento,
a modo de monumento
perpertúa su memoria.


II

Cuando llegó a esta región,
aún a merced del salvaje,
trajo el eco a este paraje
de la civilización.
Con su fe y con su acción,
desde el momento inicial
hasta la etapa final,
escribió en forma notoria
esta página en la historia
del progreso nacional.


(fuente: El país de las estancias, de Yuyú Guzmán)

Arizaleta

Aldea risueña trepada en las breñas de la Sierra Andía,
tus grises tejados se han escalonado por la serranía
y tu oblicuo suelo se empina hacia el cielo con melancolía.
Arriba la iglesia, abajo la fuente, la clara corriente
que a la luz del día lleva su alegría cautelosamente.
La verde montaña parece una extraña visión fantasmal
y el río naciente rueda en la pendiente de su lagrimal.
El simple labriego recorre la viña pues ya la vendimia está por llegar
y aquellos racimos soltarán el vino mejor del lugar.
Llega la cosecha, hay fiesta en el pueblo.
La grave campana suena en la mañana entre los viñedos
y el mozo y la moza con sus trajes nuevos
recorren de prisa, camino de misa, el largo sendero.
Hay mucha alegría y hay mucho contento,
rocío en las zarzas, perfume en el viento,
y allá en la manada la bella zagala
dice un padrenuestro.
Épocas lejanas de alegres mañanas que se lleva el tiempo.
¡Vieja Arizaleta, cuna del abuelo!
Cuesta abajo el valle, cuesta arriba el cielo.

Consejos para mi hijo

Debe el hombre trabajar
si ha de vivir en su ley.
Hasta el rey si es un buen rey
pone empeño en gobernar.
Que el hombre, para alcanzar
una dicha manifiesta,
no debe de fiesta en fiesta
gastar su fuerza en la tierra.
¡Para vivir en la sierra
debe repechar la sierra!

Lo que hoy no puedas hacer
debes hacerlo mañana.
Aunque sea de mala gana
a la huella has de volver,
recruzarla y retener
el rastro, como un sabueso.
Un premio tendrá por eso,
tu rebuscar diligente.
¡Cinco monedas de a veinte
valen lo mismo que un peso!

Las cosas deben hacerse
en el momento propicio.
No ha de tener beneficio
el que en ello no se esfuerce.
Nunca debe acometerse,
el trabajo con engaño.
A sí mismo se hace daño
quien siembra fuera de fecha.
¡Se malogra la cosecha
del que siembra a fin del año!

No se triunfa en la tarea
si no se conoce a fondo.
Cuando un paisano es redondo
la ignorancia lo manea.
Pero el que sabe... capea
la miseria a todo viento.
Y siempre le queda el aliento
para ganarse la torta.
¡Si el cuchillo no le corta
no puede sacar buen tiento!

Lo que vayas aprendiendo
No lo debes olvidar.
Tratá siempre de sumar
A la par que vas viviendo.
Bueno es que vayas sabiendo
que a la par de los consejos,
en la boca de los viejos
la experiencia se le ayunta.
¡Cuando las huellas se juntan
la aguada no está muy lejos!

Para triunfar en la vida
tiene uno que ser constante,
trabajador y de aguante
en la tarea emprendida.
No habrá jornada perdida
si en ella se pone afán.
A ninguna parte van
los que se quedan en casa.
¡El que la harina no amasa
no puede comer buen pan!

Los hombres, por la apariencia,
no se les debe juzgar.
Hay quien puede atravesar
desgraciada contingencia.
Tal vez en otra querencia
se comenten sus hazañas.
A veces fuerzas extrañas
motivan esos desvíos.
¡Las piedritas en los ríos
son rocas en las montañas!

Para conocer a un hombre
lo debés hacer hablar,
y en la mente has de guardar
Pago o estancia que nombre.
Poco a poco, no te asombre,
lo vas a tener filiado.
Al paisano que es callado
no debés juzgarlo a risa.
¡No se le ve la camisa
al gaucho que está emponchado!

No hagas juicios prematuros
con los hombres de tu trato,
que el hombre no es como el gato
que puede ver en lo oscuro.
Nunca te sientas seguro
de que sabés acertar.
Y de que es fácil errar,
alguna experiencia tengo.
¡Para saber si uno es rengo
hay que verlo caminar!

Una palabra o un gesto
suele tener importancia.
A la rosa, su fragancia,
la pone de manifiesto.
Cuando un hombre se ha propuesto
manifestar su querella,
el dolor le pone en ella
gracia y pena en equilibrio.
¡Un rayo de luz a un vidrio,
lo transforma en una estrella!

Nochebuena

Esta noche reunidos
de la lumbre a la vera
adonde las castañas
rechinan y se tuestan
quebrándose con ruidos
de bocas que se besan.
Reunidos en familia
mientras llega la cena
hemos de alegrarnos
tocando la vigüela
y festejando el triunfo
de la pasada siega,
que es toda una delicia,
que es toda una promesa.
Riamos esta noche,
feliz de Nochebuena.

¿Quién es que sin festejos
esta noche se acuesta?
No seremos nosotros, ni ninguno
que a nuestro lado medra,
que hoy es día de Reyes,
que hoy es día de fiesta,
y a nadie permitimos
que vaya a sus tareas.

Que vengan bailadores,
sonajas, panderetas,
la gaita, la ocarina,
la alegre castañuela,
que ya llega España
vestida de fiesta,
tocando la Jota
mejor de la tierra.
Que estamos en la noche
feliz de Nochebuena.

Y mientras se cocina
la mejor merienda
para hacer la noche
más corta y amena,
que cuente nuestro padre
aquella historia añeja
de cuando era joven
y amante de juergas,
de amores en las viñas
junto a floridas rejas,
de amores y navajas,
guitarras y peleas.

Que hoy cuente sus andanzas,
sus trances y verbenas,
por aquella España
de fecundas vegas,
de montes escarpados
que espantan y serenan
blancos en las cumbres
y áureos en las ladera
donde la mies del Coto
con el calor se encera.
Por aquella España
de trofeos llena,
hoy tierna y laboriosa,
ayer fuerte y guerrera.
Por aquella España
graciosa y esbelta,
la de los verdes valles
do triscan las ovejas
y cantan los baturros
canciones de la tierra.
La de los altos encinares
y rubias sementeras
de alegre mozaina
y alegres muchachuelas,
de viejos rezongones
y atrevidas doncellas,
como flores de lindas,
como flores de frescas.

Que hoy cuente sus hazañas
en la Carlista guerra,
su paso por la Francia
hospitalaria y buena,
su viaje a la Argentina
buscando la riqueza,
sus múltiples trabajos
sus muchas peripecias.
Su vida de hacendado
en esta hermosa tierra,
después... su casamiento,
más tarde... los hijos que llegan.
Luego sus afanes
por darles escuela
y diga con orgullo,
erguida la cabeza,
que no ansía más dicha
que ver sus hijos cerca
y ver cómo lo quieren
y ver cómo se empeñan
en alejarle todo
motivo de tristeza.

Riamos esta noche
feliz de Nochebuena.

Que cante nuestra madre,
del mundo la más buena,
los versos más alegres,
y que al poner la mesa
siguiendo la costumbre
legada por la abuela...
bendiga nuestras vidas,
bendiga nuestra cena
y bese nuestras frentes
como ella sola besa,
con su gesto de madre,
de Santa y de princesa.

No quiero que mis versos
a nadie enmudezcan,
que estamos de alegría
y lágrimas no cuelan.

En la espumante sidra
ahoguemos las penas.
dejemos los negocios,
dejemos las faenas.
Saquemos del armario
los panes y botellas.
Pongamos los manjares
mejores en la mesa
y la henchida bota
que duerme en la alacena,
que deje su guarida
y salga para afuera,
que esta noche de vinos y sidras
ni una miaja queda.

Cantemos y riamos
la hermosa Nochebuena
Que padre y madre bailen
su “Aurrescu” que en la
tierra lejana de Navarra
en noches de verbena,
inicia la jarana,
y comienza la fiesta.
Que suenen los “irrintzis”
tremantes de fiereza,
que vengan “versolaris”
y canten en pareja.
Que llore la dulzaina
sus lánguidas cadencias,
que hoy estamos en casa
sin pizca de tristeza
y estamos festejando
la alegre nochebuena.

Que hoy suene la Jota
que pone en las venas,
mucho de alegría
y algo de bandera.
Que canten los navarros
y bailen las mozuelas
y rían los ancianos
haciendo castañuelas,
y ensayen zapateos
destartaladas viejas.
Que venga abajo el mundo
y rueden las estrellas
que esta noche reímos
hasta que amanezca.
Que estamos en familia,
festejando la fiesta
que siempre festejamos
en la Nochebuena.

Luciérnaga

Latido que se hace luz,
vibración que se hace vuelo.
Luciérnaga de mis campos
anochecidos de ensueños.

Una estrella diminuta
caída sobre un sendero,
o una luz, que va trazando,
caminitos en el cielo.
Caminos de polvo de oro
como caminos de cuento...!

Quién pudiera como ella,
a esta luz que siento adentro,
encenderla en un latido
y dársela al universo.

Ser luciérnaga también
en mis noches, sin linderos.
Iluminar con mi luz
a mi propio derrotero,
y en la vibración del alma
alas dar al pensamiento,
hacer luz a mis ideas,
y pájaros a mis versos!

Latido que se hace luz...
vibración que se hace vuelo.

Arriero de Fantasías

Los campos de mis mayores
hace tiempo se vendieron,
por escritura... son de otros,
pero... por amor... son nuestros!

Suelo llegar a esos campos
por rastrilladas de ensueños,
a revisar el ganado
invernado en los recuerdos.

Tengo una llave maestra
que abre tranqueras al tiempo.
Y salgo de recorrida
en redomones de viento.

Galopo a los cuatro rumbos,
y la tropilla que llevo
le pone pulso a la noche
con el latir del cencerro.

Cruzo y recruzo los campos,
sin que se quiebre el silencio,
que, en chistidos, la lechuza
reclama a cada momento.

Mi poncho lo ha humedecido
y perfumado, el sereno,
y lágrimas de rocío
se deslizan por sus flecos.

Nadie sabe cuando parto;
ninguno advierte, si llego.

Por las estancias que cruzo,
los vecinos están ciegos,
y no saben, ni adivinan,
por qué aúllan los perros.

Los fantasmas de la noche
trabajaron de aparceros,
para formar a la tropa
que arreo, cuando regreso.

Ganado flaco de penas
que quiero engordar de nuevo,
en potreros de esperanza,
donde no existe el invierno.

Silencioso andar de sombras,
con una sombra por dueño,
y un destino... tan lejano
que se pierde entre los tiempos.

Andar... Andar en la noche,
bien entablado el arreo,
y ver cómo se dispersa
al madrugar el lucero.

La realidad nos alumbra.
¡Las jornadas se cumplieron!

Transparentes en la luz,
desensillan mis reseros.

Arriero de fantasías,
es el oficio que tengo.
Y para andar por la vida,
entre dormido y despierto,
hallar los vados del río,
y cruzar campos abiertos,
¡debo tener en la sombra,
por lazarillos, mi sueños!